No era humo lo que había en el ambiente, pero Erik no tuvo la oportunidad de conocer un fenómeno así, de hecho tampoco sus padres.
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Pasaba un poco de las siete de la mañana cuando Erik saltó en la cama de sus padres gritando y haciendo alboroto, estos se negaban a despertar pues el domingo era el único día en que podían despertar tarde, pero ante el comentario del niño,
–Papi nos estamos quemando?-, los dos salieron a ver de prisa.
No era humo lo que había en el ambiente, pero Erik no tuvo la oportunidad de conocer un fenómeno así. De hecho tampoco sus padres, pues en el lugar en que vivían eso no había pasado antes.
Con sorpresa y curiosidad veían atentos como una densa niebla cubría todo el vecindario impidiendo la visión más allá de unos metros, no dejaba entrar tampoco los rayos de sol en su totalidad. Pasaron algunos minutos hasta que perdieron el interés y siguieron con normalidad su día de descanso, mientras servían el desayuno de nuevo Erik se acercó a la ventana para ver con más detalle aquello que había llamado su atención
–Papi, hay un perro en la entrada y va a tirar un hueso-, su padre agarró una escoba para espantar al perro, pero al abrir la puerta cayó hacia atrás, lo que había en la entrada no era un perro, si no una criatura de pelo negro, con cola larga y erizada, su rostro era más bien parecido al de un humano deforme, tampoco tenía patas, eran manos y pies con grandes uñas, tenía en su boca una pierna la cual había arrancado de una persona a la que sujetaba entre sus pies.
Afortunadamente Erik no alcanzaba a ver toda la escena desde el punto donde estaba, entonces su Padre cerró la puerta, tomó al niño para alejarlo de la ventana, lo llevó hasta la habitación pidiéndole que no saliera sin importar lo que escuchara. Le mostró a su esposa lo que había en la niebla, mientras observaban vieron pasar a más de uno de esos entes, con cuerpos en sus bocas, pero curiosamente no se escuchaban gritos…
Tomaron el teléfono pero no había línea, ni señal en la tv o radio, después de cerrar todas las puertas y ventanas, colocaron muebles tras ellos, tomaron entonces baterías, lámparas y por supuesto cualquier material punzante que hubiera en la casa. Queriendo hablar lo menos posible de ello, y distrayendo a Erik para que no se diera cuenta de la situación llevaron también unos juegos de mesa a la habitación que no tenía ventanas. Mientras jugaban unos pasos se escucharon por el techo, parecía que alguien corría, el ruido se detuvo súbitamente y justo detrás de la pared en la que estaban recargados se escucharon unos golpes que con desesperación sonaban uno tras otro.
Los padres de Erik tenían ya en mano un par de cuchillos, mientras la señora entró con el niño al closet, el señor fue hacia la cochera para ver por la diminuta ventana hacia fuera si eran esos seres tratando de entrar. Para su sorpresa era el vecino, un chiquillo de apenas doce años, que venía tocando ya desde hacía tres casas buscando un refugio. La angustia del hombre por aquel niño lo hizo pensar un poco, con su lámpara encendida abrió la cortina, apenas lo justo para que el pequeño pudiera deslizarse por debajo, este corrió de inmediato y como todo un profesional del beisbol hizo una barrida de aplausos.
Dentro de la casa el niño recién llegado le contó como toda la gente había caído dormida de pronto, en los patios, en medio de la calle, y otros tantos como el caso de su familia no podían despertar por más que él los movió, había recorrido ya un par de casas con los mismos resultados y estaba contento de haber encontrado alguien despierto.
No supieron cómo, ni por qué, pero así como llegó, se fue, sólo unas horas de angustia en las que en completo silencio esas criaturas se alimentaron hasta saciarse con los cuerpos que descansaban inmóviles, en la calle, autos o habitaciones, el terror de la gente llegó después, cuando al despertar miles de cuerpos desgarrados cubrían el asfalto, hubo quienes despertaron para encontrarse abrazados a un cuerpo sin vida, o aferrados sólo a un brazo…
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